“La
he visto, detrás de la puerta del baño, una mano negra y fea como una enorme
araña…” confesó la niña con voz grave y la carita tan pálida como las hojas del
cuaderno que dejó abierto sobre la mesa. El profesor revisó de reojo el cajón
de su escritorio, los niños se miraron asustados y la pequeña sin más que decir
comenzó a llorar…
El
tiempo ha borrado la fantástica y tétrica historia de la cadavérica mano que
deambulaba por los baños de los colegios para asirse con fuerza sobrenatural a
la frágil garganta de niños y adolescentes. Sin registro en los diarios locales
sobre aquellos acontecimientos que alarmaron a los arequipeños, solo subsiste
en la memoria de los locutores radiales de entonces los inquietos comentarios
que se filtraron en las emisoras aquel año de 1993.
Entonces
yo no superaba el metro y medio de estatura y oía asombrado a mis racionales
padres conversar con mis tíos sobre las distintas, aterradoras pero nunca verificadas
apariciones de la maligna diestra. La leyenda se esparció entre la población en
forma de inofensivo rumor para asumir, posteriormente, el volumen del pánico.
Aquella
“cosa” armada con uñas y brío, fantaseaban los mistianos, paseaba entre las
tumbas de la principal necrópolis de la ciudad, una sombra fugaz sobre el
mármol y la hierba del cementerio La Apacheta o se escabullía entre la basura de
las torrenteras. La leyenda dela mano criminal que evocaba historias de amor,
muerte y venganza “simpatizó” con la
gente de nuestra región y la población prefirió las explicaciones de índole
fantástica a la hipótesis del rumor propiciado por el gobierno después del
polémico autogolpe de estado (1992) para desviar la atención de la opinión
pública.
Rumoreando sus orígenes
¿A
quién le pertenecía la maldita mano? Cundió la inquietud y el imaginario
popular respondió: Un grupo de desalmados ladrones vieron con codicia el
brillante del anillo que ostentaba una linda jovencita. Ella se resistió con rasguños
y gritos al asalto y los maleantes con
cuchillos, enfurecidos, le cortaron la mano. De la mujer mutilada no se supo
más pero la parte amputada habría cobrado vida para recuperar su sortija de
compromiso.
Los
profesores consentían que las alumnas fueran en grupo al baño porque no se
atrevían a ir solas. En los conclaves de estudiantes se procuraban más miedos:
En la noche se ven cuatro brillos que son las gemas de los cuatro anillos de un
brujo que murió en un accidente automovilístico donde un acero le rebano el
brazo y la fuerza del golpe desprendió la joya de su quinto anillo, la que
ahora busca sin importarle matar para conseguirlo.
Vino de España
Pero
la sanguinaria mano al igual que la leyenda de la fantasmal Mónica, nació en
España como parte del folclore ibérico y superó el océano atlántico para llegar
a nuestro continente y en su itinerario de terror, visitar la Ciudad Blanca. En
Segovia consideraban a la mano una entidad diabólica que jugaba con sus víctimas:
tocaba sorpresivamente el hombro del distraído para cuando se girara arrancarle
los ojos con sus largos dedos oscuros.
En
1884 apareció el cuento popular de “La Mano Negra” cuya publicación consagró la
leyenda andaluza sobre un anciano pobre, sus tres desgraciadas hijas y un
terrible ogro. El colosal habitante del bosque pide como esposa a la hija mayor, a cambio promete entregarle dinero al viejo y
él acepta el deshonroso trueque. La desposada, aterrada, se va a vivir con el
monstruo, quien le entrega una mano negra y le ordena comerla. En ausencia del
coloso la joven arroja la horrible extremidad a un pozo y al retornar el marido
ella le miente diciéndole haber cumplido la orden. ¿Dónde estás mano negra?
Pregunta él, desconfiado, y las siniestras falanges trepan las paredes del pozo
hasta llegar a la mesa. En castigo, por la desobediencia, el ogro asesina a su
consorte.
El
mismo destino alcanzará a la segunda hija mientras la más pequeña es obligada a
realizar la prueba. La muchacha ingeniosamente guarda la mano en un pañuelo, lo
ata a su cintura y lo cubre con sus ropas. ¿Dónde estás mano negra? Interroga
el astuto ogro y del interior de la niña viene una voz que responde: En la
barriga…
Tres manos
En
algunas localidades de Sudamérica y España se podía convocar a la asesina
pronunciando tres veces su nombre dentro del habitáculo de los servicios
higiénicos y el remate del conjuro era jalar la cadena del baño. En medio del
estrépito y la turbulencia del agua, del inodoro surgía presta la intrusa con
el único propósito de estrangular al imprudente.
Tres
diferentes palmas con sus arácnidos dedos, así la imaginaban en otros puntos de
la península a finales de los 70: una mano de muerto completamente negra, otra
bañada en sangre y una mano blanca. Únicamente la última era benevolente
mientras las otras compartían la urgencia de cerrar sus prolongaciones en el
cuello del infortunado que la llamara o tropezara con ella.
Manos nada amistosas
Su
pariente azteca es “La Mano Peluda” que se esconde en los agujeros de los muros
y rincones de las casas de México, asimismo aparecía en Colombia. Una diestra
cubierta de vellos de largas y filosas uñas que se asoman por las ventanas para
rasguñar el vidrio y atemorizar a los infantes.
En
Castilla, España, todavía persiste la costumbre de vadear con una distancia más
que prudente los charcos porque creen que en las aguas enfangadas se oculta una
enorme zarpa de uñas negras. La habitante de la humedad es una entidad femenina
y vengativa que se ocupa de los niños curiosos para arrastrarlos hasta su
morada. Si revisamos cada circunstancia, la protagonista de nuestros espantos
utiliza el agua como vehículo para trasladarse, siendo a la vez el hábitat
sobrenatural en el que subsiste. Para asegurar la credibilidad de las historias
y conseguir la vigencia de la leyenda fue necesaria su adecuación, así el pozo
del siglo XIX fue reemplazado por el asiento de porcelana del baño y las tres
manos de diferentes colores son la alegoría de las tres hermanas del folclore
andaluz.
Han
pasado más de veinte años y aquella grotesca pesadilla, visión o realidad que
asustó a Arequipa espera latente como toda leyenda y llegará el momento de su
reaparición. Alguien apuntará hacia un montículo de basura o a las piedras que
sostienen una cruz de palos y gritará: ¡La mano negra!
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