jueves, 24 de abril de 2014

Mano negra, la leyenda que asustó a los arequipeños hace veinte años

“La he visto, detrás de la puerta del baño, una mano negra y fea como una enorme araña…” confesó la niña con voz grave y la carita tan pálida como las hojas del cuaderno que dejó abierto sobre la mesa. El profesor revisó de reojo el cajón de su escritorio, los niños se miraron asustados y la pequeña sin más que decir comenzó a llorar…

El tiempo ha borrado la fantástica y tétrica historia de la cadavérica mano que deambulaba por los baños de los colegios para asirse con fuerza sobrenatural a la frágil garganta de niños y adolescentes. Sin registro en los diarios locales sobre aquellos acontecimientos que alarmaron a los arequipeños, solo subsiste en la memoria de los locutores radiales de entonces los inquietos comentarios que se filtraron en las emisoras aquel año de 1993.

Entonces yo no superaba el metro y medio de estatura y oía asombrado a mis racionales padres conversar con mis tíos sobre las distintas, aterradoras pero nunca verificadas apariciones de la maligna diestra. La leyenda se esparció entre la población en forma de inofensivo rumor para asumir,  posteriormente, el volumen del pánico.

Aquella “cosa” armada con uñas y brío, fantaseaban los mistianos, paseaba entre las tumbas de la principal necrópolis de la ciudad, una sombra fugaz sobre el mármol y la hierba del cementerio La Apacheta o se escabullía entre la basura de las torrenteras. La leyenda dela mano criminal que evocaba historias de amor, muerte y venganza  “simpatizó” con la gente de nuestra región y la población prefirió las explicaciones de índole fantástica a la hipótesis del rumor  propiciado por el gobierno después del polémico autogolpe de estado (1992) para desviar la atención de la opinión pública.

Rumoreando sus orígenes

¿A quién le pertenecía la maldita mano? Cundió la inquietud y el imaginario popular respondió: Un grupo de desalmados ladrones vieron con codicia el brillante del anillo que ostentaba una linda jovencita. Ella se resistió con rasguños  y gritos al asalto y los maleantes con cuchillos, enfurecidos, le cortaron la mano. De la mujer mutilada no se supo más pero la parte amputada habría cobrado vida para recuperar su sortija de compromiso.

Los profesores consentían que las alumnas fueran en grupo al baño porque no se atrevían a ir solas. En los conclaves de estudiantes se procuraban más miedos: En la noche se ven cuatro brillos que son las gemas de los cuatro anillos de un brujo que murió en un accidente automovilístico donde un acero le rebano el brazo y la fuerza del golpe desprendió la joya de su quinto anillo, la que ahora busca sin importarle matar para conseguirlo.

Vino de España

Pero la sanguinaria mano al igual que la leyenda de la fantasmal Mónica, nació en España como parte del folclore ibérico y superó el océano atlántico para llegar a nuestro continente y en su itinerario de terror, visitar la Ciudad Blanca. En Segovia consideraban a la mano una entidad diabólica que jugaba con sus víctimas: tocaba sorpresivamente el hombro del distraído para cuando se girara arrancarle los ojos con sus largos dedos oscuros.

En 1884 apareció el cuento popular de “La Mano Negra” cuya publicación consagró la leyenda andaluza sobre un anciano pobre, sus tres desgraciadas hijas y un terrible ogro. El colosal habitante del bosque pide como esposa a la hija mayor,  a cambio promete entregarle dinero al viejo y él acepta el deshonroso trueque. La desposada, aterrada, se va a vivir con el monstruo, quien le entrega una mano negra y le ordena comerla. En ausencia del coloso la joven arroja la horrible extremidad a un pozo y al retornar el marido ella le miente diciéndole haber cumplido la orden. ¿Dónde estás mano negra? Pregunta él, desconfiado, y las siniestras falanges trepan las paredes del pozo hasta llegar a la mesa. En castigo, por la desobediencia, el ogro asesina a su consorte.

El mismo destino alcanzará a la segunda hija mientras la más pequeña es obligada a realizar la prueba. La muchacha ingeniosamente guarda la mano en un pañuelo, lo ata a su cintura y lo cubre con sus ropas. ¿Dónde estás mano negra? Interroga el astuto ogro y del interior de la niña viene una voz que responde: En la barriga…

Tres manos

En algunas localidades de Sudamérica y España se podía convocar a la asesina pronunciando tres veces su nombre dentro del habitáculo de los servicios higiénicos y el remate del conjuro era jalar la cadena del baño. En medio del estrépito y la turbulencia del agua, del inodoro surgía presta la intrusa con el único propósito de estrangular al imprudente.

Tres diferentes palmas con sus arácnidos dedos, así la imaginaban en otros puntos de la península a finales de los 70: una mano de muerto completamente negra, otra bañada en sangre y una mano blanca. Únicamente la última era benevolente mientras las otras compartían la urgencia de cerrar sus prolongaciones en el cuello del infortunado que la llamara o tropezara con ella.

Manos nada amistosas

Su pariente azteca es “La Mano Peluda” que se esconde en los agujeros de los muros y rincones de las casas de México, asimismo aparecía en Colombia. Una diestra cubierta de vellos de largas y filosas uñas que se asoman por las ventanas para rasguñar el vidrio y atemorizar a los infantes.

En Castilla, España, todavía persiste la costumbre de vadear con una distancia más que prudente los charcos porque creen que en las aguas enfangadas se oculta una enorme zarpa de uñas negras. La habitante de la humedad es una entidad femenina y vengativa que se ocupa de los niños curiosos para arrastrarlos hasta su morada. Si revisamos cada circunstancia, la protagonista de nuestros espantos utiliza el agua como vehículo para trasladarse, siendo a la vez el hábitat sobrenatural en el que subsiste. Para asegurar la credibilidad de las historias y conseguir la vigencia de la leyenda fue necesaria su adecuación, así el pozo del siglo XIX fue reemplazado por el asiento de porcelana del baño y las tres manos de diferentes colores son la alegoría de las tres hermanas del folclore andaluz.


Han pasado más de veinte años y aquella grotesca pesadilla, visión o realidad que asustó a Arequipa espera latente como toda leyenda y llegará el momento de su reaparición. Alguien apuntará hacia un montículo de basura o a las piedras que sostienen una cruz de palos y gritará: ¡La mano negra!

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