jueves, 24 de abril de 2014

La gata que llora como mujer


Era una noche triste, celosa, sin luna y sin ganas de soñar. En la habitación desorbitada, devorado por un reloj estropeado pensaba en noches mejores cuando se entrometió un lamento gatuno.

La gata que llora como mujer pasó por debajo de los geranios de mi jardín, llevaba su largo canto de tristeza, maullido y hembra, sobándose en mi corazón y desperdigando sin prudencia su pena en cada puerta.

Al escucharla los niños se enterraban bajo las sabanas y almohadas: Parece una llorona, una fantasma sufriente. La gata despiadada prendía sus ojitos verdes, subía ágil por el alero, ronroneaba y sollozaba. El grito de pesadilla despertaba a los difuntos, las madres fortalecían a los infantes: te has soñado mal, reza tus padrenuestros y pide a los ángeles que te acompañen.

Los muertos sin sudario la saludaban con transparente sonrisa, ella enroscaba la cola en las cruces desmoronadas, olfateaba el aire contaminado de vapores pantanosos, jugueteaba con los cadáveres de las flores y lloraba nuevamente. Estremecía a los insomnes con maullidos, otras veces gemía y desabrochaba los botones de mi alma.

Saltaba por el parapeto, rozaba las tejas y calaminas, hacia equilibrios en el campanario, cabeceaba tiernamente las tibias de la muerte y era la gata más hermosa del mundo nocturno.

Me miró atenta cuando aquella muchacha me besó sorpresivamente, yo amaba a otra y se lo dije, no me respondió, solo se inundó silenciosamente en su amor y me abrazó para que sintiera su pecho. La abracé con miedo y felón deseo. Su mejilla llevaba el aroma de los limones.

Confieso mi placer al hacer y ver sonreír a una mujer bonita, pero hay algo inexplicablemente precioso en ver llorar a una mujer. No es la predilección por el llanto desmedido, de ríos y gritos incontenibles sino por el gimoteo melodioso, felino…

La gatita de mirada filosa y verde, atendía a su público, desgarraba el cielo y la tierra con su llanto animal y humano. Los vecinos, impacientes por dormir más de cinco horas, por hacer el amor con amor y sin gatas ruidosas, por soñar ser superhéroes sin escalofrío en los pies la botaron con oraciones nuevas y zapatos viejos, la callaron con amenazas de dientes y escobas. Se fue la pobrecita, disminuyendo sus miaus, por la grieta de una casa deshabitada.

Los anocheceres más tristes no tienen luna, los más tristes para ambos. Si hubiera un conjuro yo amarraría la lunita a la cruz del templo así su efecto perduraría para siempre.

Marco el almanaque con aspas, cuento los días y finalmente, entra contoneándose, viene de la noche clara por que hoy lleva en su cielo su lunar de plata. Reaparece y se echa a mi lado. Me mira con ganas de besarme, pero esta celosa como las noches anteriores. Esta resentida y me araña con uñas y ojos desafiantes. Me pregunta si me gusto el beso de la fulana, no quiero responderle, comienza a llorar y me reclama extrañarla como ella lo hace. Llora y se limpia las lágrimas con sus cabellos y palmas, sus encantadores gemidos son entrecortados por suspiros, repentinamente se equivoca y maúlla.

La gente dice: la gata que llora como mujer mató a sus hijos, ahogándoles como a gatitos y esta arrepentida. Otros la llaman bruja, con quejidos y bigotes encanta a los niños para robarles el aliento. Hace tiempo una hermosa jovencita se suicidó y ahora deambula llorando su desatino en la forma de una ominosa felina, relatan los más románticos. Tantas historias, tal vez alguna sea cierta o ninguna. Quizás solo llora por celos como todas las mujeres. No debe burlarse de las almas, me resondra la vecina.

-°-


Miau, Se equivoca de lenguaje, esta noche no eres una gata y reímos. Me perdona con su boca mojada en lágrimas. En el arco de su palpitante cadera encuentro una delgada cicatriz, le prometo quitar las espinas del jardín mañana mismo.

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