Era una
noche triste, celosa, sin luna y sin ganas de soñar. En la habitación
desorbitada, devorado por un reloj estropeado pensaba en noches mejores cuando
se entrometió un lamento gatuno.
La gata que
llora como mujer pasó por debajo de los geranios de mi jardín, llevaba su largo
canto de tristeza, maullido y hembra, sobándose en mi corazón y desperdigando
sin prudencia su pena en cada puerta.
Al
escucharla los niños se enterraban bajo las sabanas y almohadas: Parece una
llorona, una fantasma sufriente. La gata despiadada prendía sus ojitos verdes,
subía ágil por el alero, ronroneaba y sollozaba. El grito de pesadilla
despertaba a los difuntos, las madres fortalecían a los infantes: te has soñado
mal, reza tus padrenuestros y pide a los ángeles que te acompañen.
Los muertos
sin sudario la saludaban con transparente sonrisa, ella enroscaba la cola en
las cruces desmoronadas, olfateaba el aire contaminado de vapores pantanosos,
jugueteaba con los cadáveres de las flores y lloraba nuevamente. Estremecía a
los insomnes con maullidos, otras veces gemía y desabrochaba los botones de mi
alma.
Saltaba por
el parapeto, rozaba las tejas y calaminas, hacia equilibrios en el campanario,
cabeceaba tiernamente las tibias de la muerte y era la gata más hermosa del
mundo nocturno.
Me miró atenta
cuando aquella muchacha me besó sorpresivamente, yo amaba a otra y se lo dije,
no me respondió, solo se inundó silenciosamente en su amor y me abrazó para que
sintiera su pecho. La abracé con miedo y felón deseo. Su mejilla llevaba el
aroma de los limones.
Confieso mi
placer al hacer y ver sonreír a una mujer bonita, pero hay algo
inexplicablemente precioso en ver llorar a una mujer. No es la predilección por
el llanto desmedido, de ríos y gritos incontenibles sino por el gimoteo
melodioso, felino…
La gatita de
mirada filosa y verde, atendía a su público, desgarraba el cielo y la tierra
con su llanto animal y humano. Los vecinos, impacientes por dormir más de cinco
horas, por hacer el amor con amor y sin gatas ruidosas, por soñar ser
superhéroes sin escalofrío en los pies la botaron con oraciones nuevas y
zapatos viejos, la callaron con amenazas de dientes y escobas. Se fue la
pobrecita, disminuyendo sus miaus, por la grieta de una casa deshabitada.
Los
anocheceres más tristes no tienen luna, los más tristes para ambos. Si hubiera
un conjuro yo amarraría la lunita a la cruz del templo así su efecto perduraría
para siempre.
Marco el
almanaque con aspas, cuento los días y finalmente, entra contoneándose, viene
de la noche clara por que hoy lleva en su cielo su lunar de plata. Reaparece y
se echa a mi lado. Me mira con ganas de besarme, pero esta celosa como las
noches anteriores. Esta resentida y me araña con uñas y ojos desafiantes. Me
pregunta si me gusto el beso de la fulana, no quiero responderle, comienza a
llorar y me reclama extrañarla como ella lo hace. Llora y se limpia las
lágrimas con sus cabellos y palmas, sus encantadores gemidos son entrecortados
por suspiros, repentinamente se equivoca y maúlla.
La gente
dice: la gata que llora como mujer mató a sus hijos, ahogándoles como a gatitos
y esta arrepentida. Otros la llaman bruja, con quejidos y bigotes encanta a los
niños para robarles el aliento. Hace tiempo una hermosa jovencita se suicidó y ahora
deambula llorando su desatino en la forma de una ominosa felina, relatan los
más románticos. Tantas historias, tal vez alguna sea cierta o ninguna. Quizás
solo llora por celos como todas las mujeres. No debe burlarse de las almas, me
resondra la vecina.
-°-
Miau, Se
equivoca de lenguaje, esta noche no eres una gata y reímos. Me perdona con su
boca mojada en lágrimas. En el arco de su palpitante cadera encuentro una
delgada cicatriz, le prometo quitar las espinas del jardín mañana mismo.
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