Lágrimas y gasolina; algunos pasajeros derrumbados y otros temblando; el chofer haciendo la ruta más larga, sin más contratiempos y la esposa con el canguro y el chaleco, sucios de sangre y mocos, llora y sigue llorando.
-Para qué corre tanto -criticamos sobándonos los golpes.
Viene la ambulancia y en la confusión un fulano se acerca a la cobradora recién enviudada.
-le di diez soles, se acuerda, ¿mi vuelto?
La mujer le llora céntimos y soles sin pensar en el inoportuno que le increpa:
-me cambia esta moneda, esta chancada.
jueves, 24 de abril de 2014
Borracho
Me gusta de mí,
borracho
La fraternidad,
el hartazgo de vida
La estupidez, la
necesidad hecha necedad.
Ahora, borracho
Lloro como un
niño,
Desde la altura
de un hombre
Con tanta sal en
las lágrimas
Que se marchita
mi camisa
Me gusta de mí,
borracho
Patético
El humano con
misericordia
Y amores
desnudos
Reparando
padrenuestros
Que nunca
funcionan
Cantando y
llorando y cantando.
Apuro el dulce y
tibio ron, celeste,
Coagulado,
fermento de estrella
Y desgarro una
paloma con los dientes
Como un pan
viejo
Me gusta de mí,
borracho
Mis alas débiles
Mi esperanza
rebrotada
Mi amor
desintoxicado, único
Mi libertad a
medias.
Pájaro
Déjame Morir
De lo que mueren
los pájaros
De tanto silbo y
cielo
Déjame vivir
Como viven los
pájaros
Déjame
Añadir cielo a
mis alas
Azul de mar y de
medianoche
Pintar mis alas
y diluir la silueta
En los molares
del universo
Déjame morir de
una pedrada
Y sulfurosas
risas infantiles
Déjame ovillarme
y temblar
Picar una miga
de pan
Como un pájaro
Entonces…
Déjame encontrar
mis alas
Y desabrocharme
los brazos
Vender mi pudor,
Las ropas, mis
utensilios de buena persona
Déjame volverme
loco
Saltar un día
por esa ventana, volar
Para ser feliz o
intentarlo
Vota por mí
El
voluminoso candidato camina entre sus seguidores uniformados con polos lilas,
gorros lilas, banderas lilas y, probablemente, hasta interiores lilas. La gente se llena de aplausos y gritos
devastadores. Él saluda con sonrisa recomendada, la más convincente y debe
ampliarla si aparecen los periodistas y sus cámaras fotográficas.
Es
un espectáculo rimbombante. Un fiel seguidor del postulante desampara a una
mujer de su atado. Desbarata la liclla
y alza al niño de mejillas coloradas. Lo acerca a su vitoreado líder, quien lo besa
sin miramientos, sin pensar en los mocos y legañas. La gente superada en número
por mujeres cursis celebran el acto con sonoros resoplidos.
La
acalorada vocera conversa con alguien y luego va con el presidente de poco pelo
y frente enjugada en sudor y polvo. Ella, ni bonita ni fea, se acerca hasta
sentir las humildes axilas del candidato del pueblo. Un gentío clama a su contendiente,
tan demagogo como él, a unas cuadras de su local principal. El delgaducho
opositor convence con mentira y sonrisa en el mercado.
Que
buenas tetas, piensa, fatigado y jadeante sobre la camisa de la joven y le
descompone los pliegues de un abrazo. Ella se acomoda las ropas sonrojada. Te
haces la zonza, se dice, aquí no quieres pero más tarde eres tú la que me
busca. Iremos donde esta ese cojudo para comérmelo de un bocado, le confesó en
el oído y enrumbaron rápidamente.
Era
una procesión de sofocados zapatos blancos, el postulante iba y se detenía para
dar apretones de mano. Un anciano orate le convido unos confites sucios que
sacó de sus bolsillos y los degusto con paciencia. Jugó un partido de fulbito con niños de
rodillas raspadas y celebró el gol como en la final del campeonato mundial. Una
señora tuerta le lloró con su único ojo por la vida de su hijo enfermo. Le prometió
medicinas, llevarle al mejor hospital, hasta el paraíso sino lo anterior no
funcionaba. Eso sí, tenía que salir electo.
¡Viva
la izquierda ambidiestra! Entró entre olores de pescados y balanzas rebosantes de camarones. La multitud comenzó sus rítmicas arengas, las
rimas llamaron la atención de los compradores y vendedores. Un grupo similar
pero con polos, gorras, banderas anaranjados y hasta interiores del mismo matiz
aplaudían el gesto de su candidato. Estampaba sendos ósculos políticos en los
chaposos cachetes de una guagua, resonante besuqueo entre inmisericordes cebollas y apestosos ajos.
¡Arriba
la derecha zurda y palurda! Respondieron, al unisonó, los indispensables del querido
“Chato” al ver a sus adversarios. El diminuto líder de color festivo, como un
narciso entre lirios altos y cimbreantes, comentaba en el pabellón auditivo de
la secretaria del partido. A ver si tiene agallas de hacerme frente ese chancho.
Tomaba apuntes sobre una carpeta la detallista secretaria y algo más.
Después
de varias fanfarronadas, ejercicios para la afonía, concertaron sus representantes
oficiales y partidarios lo que ambos deseaban. Un debate improvisado, repentino
y popular. Uno atestado de pescados
frescos, huele a arrechura, y el otro repleto de verduras, quiten estos
repollos que me tapan, y debatieron.
Majaderos,
ambos politiqueros, se empalagaron de promesas. Obras por todas partes,
transparencia en la gestión y mano dura con la corrupción. Bravos, mixtura
lila, mixtura naranja, fulano-amigo el pueblo está contigo, aplausos y cohetecillos, perros recogiendo
tripas descolgadas, fulano-amigo tu hermana tira conmigo, perros fornicando
gratamente. ¡Saquen a esos perros asquerosos!
Una
prudente vendedora de carne desde su señorío, una mesa con cebos y astillas de
hueso, afila el cuchillo contra una piedra pómez. Si tú me quieres lo harás, te
amo pero aún no quiero tener hijos, quiero ser algo, alcalde, no te rías, pero
si lo tienes me jodo pues. Los dos postulantes al municipio distrital polemizan
y comienzan a excretar secretos de sus rivales.
Los oyentes meten jarana, dos compadres escuchan todo chocando vasos
llenos de cerveza helada y estiran las espumas
sobrantes en la tierra. Él ni se recuerda, íbamos en collera, con la tía que ahora
si esta tía, probando putas, chiquitito y pendejo, ya tenía familia y mandaba
todo a la mierda por tirarse a la novedad.
-Salud-
La
discusión derivó en insultos incontenibles dentro del polarizado auditorio, los
golpes precedieron a los conchatumadre
y se mandaron quiños y puntapiés. La confusión obligó el final del debate, los
discursantes salieron pulcros del enfrentamiento para continuar la campaña,
serenos ante cualquier insulto y evadiendo ágilmente las pancas del choclo. El más
ancho reposaba la lengua en la espuma de una chicha vespertina y popular. El esmirriado recompuso a sus acalorados
amigos y salió por la puerta principal con las manos en alto, victorioso.
La
noche anterior a las elecciones, el “gordito” comió hasta desabotonar con el
estomago el pijama, luego se la pasó dando vueltas sobre el lecho marital. El
otro candidato no pudo acometer a la muchachita terrosa que abría las piernas
bajo las sabanas. Ni las manos de Morfeo ni las caderas de Afrodita hubieran
podido sosegar el espíritu de los ansiosos contendientes.
Cuando
se supo quien había ganado las elecciones la plaza se llenó de bulla, músicas y
serpentinas. Pasearon a la nueva autoridad sobre los hombros de la multitud por
las calles empedradas y adornadas con rapidez. El sacerdote le bendijo
avergonzado por no haber podido sacar al Cristo hasta la puerta del templo. Nadie
recordó al perdedor, su emblema y color palidecieron en los postes y muros. Ha
vencido la democracia, soltó el empachado de aplausos y dirigió su vaso lleno
al cielo.
Medio
borracho cayó sobre la cama, reventaba burbujas de ron con el filo de la risa y
entonces sonó el teléfono. Recogió el auricular y un eructo le respondió,
alguien lloraba y golpeaba el pico de la botella contra sus dientes. Gemía e
intentaba decir algo coherente, la voz se apachurro y se despidió: “Usted y
este pueblo cagón váyanse a la mierda”. Al día siguiente el electo alcalde y el
postulante sin suerte se dieron la mano en acto público, prometieron unir
esfuerzos por el bien de la comunidad. Todos aplaudieron.
Pretensión
El azar puso a un sujeto de camisa junto a la chica más hermosa que ha subido a una combi, el hombre la mira y sus pestañas desabrochan los ajustados botones de la blusa que lleva la bella pasajera. Él se acomoda y usa el teléfono celular, habla con voz segura sobre proyectos, sonríe y más proyectos, enfatiza cuando pronuncia: mi auto, mi casa, mi banco, mis tarjetas. Presume un viaje importante y en ese momento se entromete la melodía delatora. Observa a todos y viceversa, se llena de sudor y contesta la auténtica llamada, mientras un pasajero emite la risa más cachosa y oportuna que he oído.
A tus pies
Esperó escondido en el pórtico del templo, repasando
mentalmente los versos aprendidos y el cuaderno en sus manos se estremecía. El
momento era propicio para revelar los sentimientos de su corazón. Anoche llovió
y las paredes exhalaban fresco aliento, las plantas del jardín se desprendían
del rocío, los caracoles hacían camino sobre los tallos verdes con dirección a
los botones de las flores.
Al amanecer saltó la verja del rosal, cortó la rosa
de un pellizco, le quitó las espinas y la empapó en perfume. Revisó la flor
escondida en el pañuelo, pensaba obsequiarla o aun prenderla en los cabellos de
ella. Aspiró el fragante aroma combinado con el pudor de los pétalos.
Su imaginación subió por la enredadera de los
sillares, acarició el vidrio de la ventana, sopló la cortina y entró a la
habitación. La imagino dormida sobre una luz, la cabeza derramaba sobre la
almohada los cabellos oscuros. La boca entreabierta cuidaba no se escape el
alma, los dos labios sin carmín, adornados con diamantes y espadas, se movían al
vaivén de la respiración.
Y en la calle donde iba a ejecutarse el acto primero
del amor, el dios travieso del mismo preparaba el escenario, a los personajes y
el público se acomodaba. El viento dispersó las hojas secas y junto a ellas se
fueron las ideas del ilusionado y llegaron al vestido aparecido sin aviso en la
vereda. La jovencita le obsequió una sonrisa, el resuelto coqueteo le animó,
resolvió acercarse y decirle todo.
Deshojó torpemente algunas palabras porque la
memoria le traicionó y borró su discurso fabricado en la atención de las velas
y el consejo de sus novelas febriles. Los pájaros le observaban atentamente
desde las ramas y piaron más fuerte para interrumpirle. La palma derecha en una
delicadeza cubrió la boca, aguantó la risa todo lo posible pero los ojos y las
mejillas delataron la personalidad de la dama. Él, con sinceridad, tartamudeó “Te
amo” y su declaración fue precedida por la risa desconcertante de la bella. La
respuesta fue superior a la pensada bofetada o la amable negación de la
inalcanzable musa.
-¡Estoy a tus pies!- grito y se rindió de rodillas
el devoto de la desalmada. Ella prendió sus mejillas con rubores, enojada
desbarató la rosa que el enamorado acercaba a sus manos.
–A tus pies- repitió y algunas gotas de sudor mancharon
el ruedo del vestido. No la vio irse, solo los remaches de sus lagrimas sobre
los puños de su camisa.
La morena hizo de aquel desdén arma de orgullosa
burla y del ingenuo poeta, trofeo de su hermosura. No fue discreta y se ufanó
de la hazaña. Al desairado le asediaron sus congéneres con risillas volantes y
burlescas representaciones del suceso en las esquinas.
-A tus pies- le gritaban y simulaban llanto y berrinches.
Él quemó los versos dedicados y en el crepitar sintió la risa humeante de la
amada y las feroces risas del mundo.
De amor nadie se ha muerto, pero hay excepciones. La
pena le quitó el hambre y la cordura. Antes del final de la estación, durmió
sobre el sepulcro de su madre, a descubierto, desabrigado y en una noche
lluviosa. Su debilitado organismo por la inapetencia no venció la tos y la
sofocante fiebre. El joven murió al poco tiempo. En sus pesadillas, desvaríos
por la alta temperatura, los que estuvieron acompañándole escucharon
claramente: -A tus pies- después, al revisarlo, no tenía pulso ni respiraba.
Le enterraron y dejaron la cruz y el epitafio para
no olvidarlo, cruz ladeada, aspa de hierro, una marca para encontrarlo entre
los muertos.
Al octavo día un papelito carbonizado voló por encima de todos,
se atascó en una rendija, burló velozmente a los polluelos, se metió entre la
hojarasca, esperó su momento, escapó en una corriente, alcanzó la enredadera y
subió, ondulante, por la blanca pared. Aprovechó el espacio para el aire, se
metió resoplando y sobrevoló la habitación.
La preciosa niña dormía bajo la luz del candil y el
ruido en la ventana la sobresaltó, la cortina se agitaba y al volverse encontró
en la almohada la tira de papel. Estaba ajada y sobresalían los bordes
quemados. Mantenía aún legibles los últimos versos de un soneto cursi y
repentinamente el cuarto se enfrió con el recuerdo inminente del fallecido.
Las mejillas de la hermosa joven se apagaron, el
miedo la aturdió, la sangre se revolvió en sus venas y con esas sensaciones no
sintió la sabana deslizarse a un costado.
Mejor dicho ceder a la fuerza del inadvertido visitante. El, con ambas manos,
sujetaba la seda y la arrastraba hacia sí. Resplandecieron las pantorrillas de
la mujer, desamparada y con todos los gritos indispuestos.
Percibió el olor a claveles marchitos, el olor
triste de un ramo fúnebre. Frente a ella se abrieron dos ojos luminosos donde
se empozó su reflejo, su hermoso rostro desfigurado por el terror. El hombre o
espectro tendió la mano derecha al tobillo y raspo con la uña sucia de tierra
la piel ebúrnea de la desfalleciente:
-A tus pies, por siempre, como te prometí-
Otro
Cuando llueve ella sale con su
paraguas, tirita en la esquina y espera. Esta noche otro fulano llega al mismo
semáforo, disimula su urgencia y ella le indica con un dedo la calle de
enfrente. Él persigue el signo de aquella cintura hasta donde la ciudad se
desmorona, bajo una farola titilante ella se detiene, se vuelve y desarma el
paraguas como siempre. Puede decirse que la mujer le enseña su turgente
intimidad. Un borracho escucha el grito, las putas se ensombrecen y un perro
apelmazado aúlla, pero solo él mira a la bella anónima, observa su cara pálida
y pulida y rápido comprende que pronto él tampoco tendrá ojos, nariz ni boca.
La gata que llora como mujer
Era una
noche triste, celosa, sin luna y sin ganas de soñar. En la habitación
desorbitada, devorado por un reloj estropeado pensaba en noches mejores cuando
se entrometió un lamento gatuno.
La gata que
llora como mujer pasó por debajo de los geranios de mi jardín, llevaba su largo
canto de tristeza, maullido y hembra, sobándose en mi corazón y desperdigando
sin prudencia su pena en cada puerta.
Al
escucharla los niños se enterraban bajo las sabanas y almohadas: Parece una
llorona, una fantasma sufriente. La gata despiadada prendía sus ojitos verdes,
subía ágil por el alero, ronroneaba y sollozaba. El grito de pesadilla
despertaba a los difuntos, las madres fortalecían a los infantes: te has soñado
mal, reza tus padrenuestros y pide a los ángeles que te acompañen.
Los muertos
sin sudario la saludaban con transparente sonrisa, ella enroscaba la cola en
las cruces desmoronadas, olfateaba el aire contaminado de vapores pantanosos,
jugueteaba con los cadáveres de las flores y lloraba nuevamente. Estremecía a
los insomnes con maullidos, otras veces gemía y desabrochaba los botones de mi
alma.
Saltaba por
el parapeto, rozaba las tejas y calaminas, hacia equilibrios en el campanario,
cabeceaba tiernamente las tibias de la muerte y era la gata más hermosa del
mundo nocturno.
Me miró atenta
cuando aquella muchacha me besó sorpresivamente, yo amaba a otra y se lo dije,
no me respondió, solo se inundó silenciosamente en su amor y me abrazó para que
sintiera su pecho. La abracé con miedo y felón deseo. Su mejilla llevaba el
aroma de los limones.
Confieso mi
placer al hacer y ver sonreír a una mujer bonita, pero hay algo
inexplicablemente precioso en ver llorar a una mujer. No es la predilección por
el llanto desmedido, de ríos y gritos incontenibles sino por el gimoteo
melodioso, felino…
La gatita de
mirada filosa y verde, atendía a su público, desgarraba el cielo y la tierra
con su llanto animal y humano. Los vecinos, impacientes por dormir más de cinco
horas, por hacer el amor con amor y sin gatas ruidosas, por soñar ser
superhéroes sin escalofrío en los pies la botaron con oraciones nuevas y
zapatos viejos, la callaron con amenazas de dientes y escobas. Se fue la
pobrecita, disminuyendo sus miaus, por la grieta de una casa deshabitada.
Los
anocheceres más tristes no tienen luna, los más tristes para ambos. Si hubiera
un conjuro yo amarraría la lunita a la cruz del templo así su efecto perduraría
para siempre.
Marco el
almanaque con aspas, cuento los días y finalmente, entra contoneándose, viene
de la noche clara por que hoy lleva en su cielo su lunar de plata. Reaparece y
se echa a mi lado. Me mira con ganas de besarme, pero esta celosa como las
noches anteriores. Esta resentida y me araña con uñas y ojos desafiantes. Me
pregunta si me gusto el beso de la fulana, no quiero responderle, comienza a
llorar y me reclama extrañarla como ella lo hace. Llora y se limpia las
lágrimas con sus cabellos y palmas, sus encantadores gemidos son entrecortados
por suspiros, repentinamente se equivoca y maúlla.
La gente
dice: la gata que llora como mujer mató a sus hijos, ahogándoles como a gatitos
y esta arrepentida. Otros la llaman bruja, con quejidos y bigotes encanta a los
niños para robarles el aliento. Hace tiempo una hermosa jovencita se suicidó y ahora
deambula llorando su desatino en la forma de una ominosa felina, relatan los
más románticos. Tantas historias, tal vez alguna sea cierta o ninguna. Quizás
solo llora por celos como todas las mujeres. No debe burlarse de las almas, me
resondra la vecina.
-°-
Miau, Se
equivoca de lenguaje, esta noche no eres una gata y reímos. Me perdona con su
boca mojada en lágrimas. En el arco de su palpitante cadera encuentro una
delgada cicatriz, le prometo quitar las espinas del jardín mañana mismo.
Buenos días
El vagabundo lee un periódico
de otro tiempo, un escolar le tira una piedrecilla y escapa, sus harapos
revestidos de cagada de paloma repelen a la señorita que va a su academia y una
señora de brazos adiposos llega con una sonrisa y le obsequia una moneda
amarilla.
-Puta hipócrita.
Un hombre de lunes en
la mañana, es decir, brillante con corbata y maletín camina a su oficina, va
como un animal poderoso entre la gente a la cual él mira con arrogancia,
desprecia a los peatones, chatos ridículos,
y alza los codos para evitar ensuciar su traje en las cabezas de los
colegiales.
-Mereces podrirte
aquí, que habrás hecho cuando eres joven, ahora sufres, ahora... -la misma
mujer de la moneda-. Por ayudar a estas lacras -Voltea y un fulano la observa-.
Le doy una caridad porque Dios lo exige
y este señor me insulta, me dice puta, infeliz zángano.
El viejo aletargado
dobla la hoja del periódico y hace como si se limpiara el culo.
La amplia vereda es suya
y gesticula al andar -Que mierda de ciudad con tanto indio-. El semáforo abre
su ojo rojo y él se adelanta a los automóviles, alza la mano ordenándoles
detenerse y cruza la avenida, antes mira con furibundo desprecio al taxista que
se ha atrevido a tocar su bocina. Cholo
de mierda que te crees.
El policía con voz
como un ladrido le ordena levantarse, el anciano como un fantasma se incorpora
y la gorda se cubre la boca, asqueada. Recoge sus bolsas y cartones. -Puta fea-.
La mujer quiere decirle algo pero el policía gruñe -Váyase mierda-. El
vagabundo arrastra su equipaje de basura, mugre y hedor.
Mira su reloj y luego
ve el edificio huachafo del poder judicial, sus zapatos acharolados pisan esa
calle meada, pero más asco le da mirar a los pequeños ambulantes, pigmeos, que ordenan sus escaparates, asquerosos, feos, rateros...
Rateros, ignorantes, apestosos...no lo ve. Puta, puta, hipócrita... esplende una límpida
camisa y ese perfume huele a ángel mientras una arcada le sobreviene al tipo
alto al percibir ese caos de olores humanos. Tropieza el uno con el otro y
resbalan por el piso recién lavado, alguien ríe con sarcasmo. Nadie les ayuda o
intenta hacerlo y luego ambos se levantan, el anciano se sujeta de las solapas
del hombre para no perder el equilibrio, el del maletín de cuero enfurecido y avergonzado
le empuja. -Suéltame carajo-. El viejo se desmorona con el golpe y cae de
nalgas.
Se sacude las mangas
y repara los pliegues del saco, viejo
mierdoso, oleré a caca todo el día. Ofuscado se acomoda la corbata y se va,
detrás el vagabundo ya repuesto se yergue lo más rápido que puede, la rodilla
le hinca de dolor, la artrosis le jode las articulaciones y comienza a
renguear, persigue al extraño del terno azul.
-Tú, tú, voltea, mírame...
-pronuncia con voz ronca pero el tipo del maletín sigue turbado fijándose en
los que esperan en las gradas del edificio judicial, cerciorándose que nadie de
la oficina le haya visto en esa ridícula circunstancia, sí, le escucha, pero no
quiere verle la cara.
La mañana esta preciosa
en lo que cabe, pocos vehículos, pocos litigantes aún, los de chalina pasan por
la placita y los primeros escribas calientan los dedos tecleando la maquinita
de escribir.
El abogado mira atrás
y ve a un zombi, le persigue como en las películas, arrastra una pierna y le
señala con una mano, aquel rostro de pergamino y esos ojos maléficos de brujo
no le asustan pero si lo hace la imaginación. Hablarle a ese infrahumano. ¿Qué quieres? Vete, vete…vete por favor…
-Oye tú -y carraspea-.
Mira, mira que tengo -y continua tras él, como hechizado.
Una bandada cubre el
cielo, las palomas migran de una iglesia a otra buscando trocitos de pan, bajo
ese ruido de batir de alas los dos personajes avanzan con diferentes
intenciones.
Suben las gradas y el
abogado, trabajador del estado, atraviesa el moderno umbral de cristales y mosaicos
y ahí las uñas quebradas y sucias le pellizcan el traje.
-Déjame -el hombre
palidece, una venilla se hincha en su sien.
-Mira lo que tengo -le
enseña un botón, lo arrancó al tropezar con él.
-Ven aquí, ven
amiguito –el oficinista encolerizado y sintiéndose absurdo y a la vez temeroso
por cualquier reacción de aquel orate de greñas y cicatrices le acompaña. Bajan
unos escalones, primero el de los harapos eructa luego le confiesa:
-Mírame hijito, quiero
que sepas que te quiero, así como eres, una mierda, no importa, te amo porque
eres mi hijo, eres igualito a mí. ¿Quién es este? te preguntaras ahora, soy tu
papá, Dios, ese al que le rezan los niños antes de dormir y le tiran piedras
luego. Por el que las chicas lindas comulgan preciosas los domingos y mañana te
olvidan porque tienen prisa por encontrarse con el novio de la amiga. Ese
mismo, el de la barba blanca por el que das limosna pero maltratas con insultos
a tu mamá porque se mea y caga y deja apestando la casa, ese mismo Dios que hoy
te encontró, te hizo caer y le mandaste a la concha de su madre, lo sé porque
te oí, te perdono, porque también es tu madre.
El oficinista sonríe,
se aparta y le grita-: ¡Loco hijo de puta!
-Hoy estarás conmigo
en mi reino, serás un ángel y entonces te devolveré tu botón –le promete
mientras el trabajador sube y desaparece tras la puerta de vidrio.
Entra en su oficina
de paredes blancas y muchos portafolios, gira el sillón, enciende la
computadora y enfila varios sellos, listo para comenzar su rutina después de
ese mal rato.
No lo sabe aún pero
hoy lunes a las tres y dieciséis minutos de la tarde morirá, probablemente sea
una casualidad que hoy un coagulo de sangre obstaculice una de sus arterias
principales y antes de morir varios bolos excrementicios salgan involuntariamente
de su cuerpo y piense al final de su vida:
-¿Que pensara la
nueva y guapa secretaria al verme retorcido, feo y cagado? Dios mío, Dios mío,
no me abandones…
Melodías del más allá, la muerte ha inspirado muchos éxitos musicales y usted no lo sabía
Con
dificultad presiono las cuerdas de la guitarra para formar con la gimnasia de
mis dedos la clave de una nota difícil para el principiante. Suavemente
desciende mi diestra como un abanico, nacen sonidos que se esparcen por la
habitación y comienzo con torpeza una canción triste; una de esas canciones
cuyos hacedores convencieron al llanto, la desesperación, la locura y a la
misma muerte para que se conviertan en música y canto…
BOLERO EN EL
CEMENTERIO
La
necrofilia es el tema central del bolero cuya letra procede del poema del mismo
nombre. El autor de los versos es el sacerdote venezolano Carlos Borges que se
alejó de las virtudes celestiales para aferrarse a la carne amada con macabro
resultado: “Ató con cintas los desnudos huesos, el yerto cráneo coronó de
flores, la horrible boca llenó de besos”.
POR QUÉ
SE FUE, POR QUÉ MURIÓ…
En
los sesenta Cesar Ichikawa, en medio de dos centelleantes bailarinas gogó,
cantaba la historia de la chica que falleció en los brazos de su novio tras
sufrir un accidente de tránsito. “El último beso” consolidó al grupo nuevaolero
“Los Doltons”. La canción que por momentos parece una plegaria fue escrita por
el músico norteamericano Wayne Cochran en 1962.
“Al
verme lloró, me dijo amor, allá te espero donde está el señor”. En la víspera
de la navidad de 1961 una simpática adolescente iba a su primera fiesta junto a
su enamorado y otros amigos, la densa neblina impedía ver la pista y el
automóvil que iba a una velocidad imprudente se estrelló contra un camión.
Wayne vivía cerca de la carretera y escuchó el impacto. Al llegar al escenario
de la colisión encontró a un hombre que ayudaba a retirar el cuerpo destrozado
de Jeannette Clark, la muchacha de “Last Kiss”.
LA NIÑA Y EL PROFESOR
La
niña es y seguirá siendo María García Granados y conoció a Martí cuando el
poeta llegó a la capital guatemalteca para ejercer la docencia. Ella se enamoró
de su profesor; mas él estaba comprometido con el amor de su vida, Carmen
Zayas, con la que retorna casado posteriormente. A María se le rompe el corazón
al verlos y días después fallece de tuberculosis o como entonces se llamaba a
la enfermedad: mal de amores.
“Se
entró de tarde en el río, la sacó muerta el doctor, dicen que murió de frío yo
sé que murió de amor” escucho mientras intento reflexionar sobre mis apuntes
pero solo pienso en José Martí acariciando el rizo que le obsequió María García
Granados y la fotografía donde ella escribió: tu niña, Guatemala.
UNA DE PERALES
Giro
la rueda de la radio y doy con una de las emisoras que se encargan de
brindarnos nostalgia con la denominada música
del recuerdo. Las baladas se apropian de la voluntad de taxistas,
oficinistas, ambulantes, enfermeras y los hacen cantar, susurrar o silbar la
melódica tristeza. Comienza José luís Perales disculpándose por sortear su
habitual repertorio romántico y continúa su “Pequeño Marinero” que el cantautor
dedica a un niño que pereció ahogado en el pantano de Entrepeñas en España
cuando hacía navegar un velero de juguete. “Y en la playa una mujer de luto,
lloraba por la vida que no dio fruto”.
A RITMO DE TRAGEDIA
En
septiembre de 1996 falleció la cantante de cumbia, Miriam Alejandra Bianchi o
Gilda. Un camión arrolló el bus en el que viajaba la artista y junto a la intérprete
de “No me arrepiento de este amor” murieron su madre e hija. Sobre el asfalto quedaron
los cuerpos, fierros y el cassette con los temas del siguiente disco. La letra
de “No es mi despedida” fue arreglada por Gilda el día anterior del accidente
para convertirlo, sin imaginarlo, en presagio de su tragedia: “Quisiera no
decir adiós, pero debo marcharme, no llores por favor no llores, porque vas a
matarme”. Desde entonces y a diario los fans visitan la tumba de Gilda en el
cementerio de Chacarita en Argentina para pedirle milagros a la que bautizaron
como la santa de la música tropical.
EL BACILO, LA LUNA Y
EL MAR
Cada
vez que oía “Caraluna” me animaba su estribillo radiante “Mientras siga viendo
tu cara en la cara de la luna, mientras siga escuchando tu voz” luego supe que
el ex Bacilos, Jorge Villamizar, había escarbado en su corazón hasta profanar
un recuerdo y escribir aquello que por su cadencia nos confunde. “Tu huella el
mar se la llevó, pero la luna sigue ahí, pero esa luna es mi condena…” Le
inspiró la trágica historia de su novia que se ahogó en la mar de una playa
ecuatoriana.
CRIMEN Y LOCURA
MELODÍAS DE MUERTE
El
salsero Tito Nieves evoca a su hijo, muerto por el cáncer a los huesos, en la
canción “Fabricando Fantasías”. Beto Cuevas le regala “Más allá” a la fan que
se suicidó por temor a nunca conocer al entonces vocalista de “La Ley”. Antes
de los Fabulosos Cadillacs, Vicentico, con diecisiete años elaboró “Basta de
llamarme así” luego de haber visto morir a su hermana Tamara por sobredosis...
Voy
a la caza de más canciones con esqueletos, telarañas y brumas entre las líneas
de sus pentagramas, para leer los armónicos epitafios, romper la podrida madera
de sus misterios y ver a los habitantes de esos féretros sonoros. Yo recorro el
último arpegio, mis dedos están resentidos y amoratados, el sonido aún
permanece en el aire, confuso, ingrávido e inasible como un fantasma.
Terror oriental, los fantasmas también usan kimono
Acostumbrados
al miedo en su forma tradicional, me refiero a aquellos horrores con sábanas
largas y blancas hasta las tímidas apariciones de la romántica Mónica que cada
aniversario de su fallecimiento deja la tumba para regodearse con los vivos,
creemos saber todo sobre ellos, pero hemos descubierto un nuevo repertorio de
espantos en las leyendas urbanas japonesas, de sus peculiares características
supimos con la moda del cine de terror oriental. Contémplelos en toda su
horrísona dimensión:
Sonrisa De Mujer
Recuerda
a la misteriosa chica que deambula por las carreteras a espera de ser recogida
para darle fin a su historia en una curva del camino. Los japoneses tienen su
propia versión. Una Joven con una mascarilla, nada inusual en estos tiempos de
gripes mortales, sube a un taxi y el conductor al revisar el espejo del
retrovisor se da cuenta de los hermosos ojos que tiene la pasajera.
-¿Soy
hermosa?- Pregunta inesperadamente y él asiente. Algo distrae al taxista y al
volver la mirada hacia atrás, ella se ha desprendido la máscara y una sonrisa
se abre en su cara, una sonrisa que va de oreja a oreja por los enormes cortes
que se observan. La desfigurada repite la misma pregunta: -¿Soy hermosa?-
mientras de la oscuridad emerge su mano con dos tijeras. Si la respuesta es
afirmativa, Kuchisake Onna que así se llama la dama, te hará los mismos tajos,
pero si la respuesta es negativa te asesinará sin pensarlo dos veces. Con ella
no hay pierde.
La
fuerza o energía que motiva a los fantasmas orientales es la venganza, un
rencor que supera a la muerte y se manifiesta contundentemente, casi como un
puñete en el estómago y no como un viento frió sobre el brazo. La leyenda sobre
la fémina de las tijeras proviene del periodo Heian de la historia japonesa, la
concubina de un samurái solía coquetear con otros hombres y un día el esposo,
más celoso de lo habitual, desenvaina su espada y de un tajo le desgarra los
labios. Viendo a la malherida no le ayuda y sólo se burla: ¿Quién va pensar que
eres bella ahora?
Curiosamente
los espantos asiáticos son femeninos, ellas llevan kimono blanco abrochado al
revés y sobre el rostro un pañuelo del mismo color. No suelen ser anónimos como
en occidente porque a la aparición siempre le precede un ruido peculiar y los
espíritus dan a conocer el nombre que tuvieron en vida.
¿Quién está en el baño?
En
estas latitudes los adolescentes en un acto de temeridad suelen convocar a la
letal Verónica pronunciando nueve veces su nombre frente a un espejo; de la
misma manera los estudiantes nipones pueden llamar a la vengativa Hanako San.
El púber espectro habita en los baños de los institutos, exactamente detrás de
la puerta del asiento numero cuatro de los servicios higiénicos, a la espera de
una visitante. Allí permanecerá eternamente la pobre Hanako que se habría
suicidado después de que el novio terminara con ella. También puede invocársela,
llamándola insistentemente para jugar y ella te ofrecerá una casaca roja. Si la
aceptas, te bañara en sangre. Mejor dijo: tu propia sangre.
Un
cabello largo, negro y sedoso que bien luciría una bella modelo en cualquier
comercial de shampoo caracteriza a las protagonistas de los filmes de terror.
Cabellos mojados que ocultan la mirada turbulenta de Sadako (Ringu-El Aro) o
hebras flotantes que se mueven malignamente y sirven a Kayako como instrumento
para matar (Ju-On-La Maldición). La ancestral cultura guarda algunas creencias
sobre el cabello como que tiene alma propia, por eso tendría movimientos
independientes, además que se alimenta de los recuerdos y por ello continua
creciendo después de la muerte.
Ouija Nipona
Alguna
vez se hizo popular la práctica de la Ouija, incluso se vendían tableros como nintendos.
En el territorio del sol naciente también existe un juego parecido por no decir
igual a la Ouija. El Kokkuri San que requiere de una tabla o un papel donde se
graban o escriben los números de 0 a 9 de forma vertical, el alfabeto Hiragana,
Hai (Si) y Iie (No) y el símbolo de los templos sintoístas (Torii). Los
participantes deben poner sus dedos sobre una moneda de diez yenes y hacer la
pregunta que deseen. Para que el espíritu no quede atrapado en las objetos que
se utilizaron debe quemarse el papel o el tablero y gastarse los diez yenes.
Descarado
Los
arequipeños caminamos con cierto temor por la Plaza de Armas, cuando la noche y
el frío han despoblado las calles y puede ser que tropecemos con el franciscano
sin cabeza que deambula por los alrededores de la Catedral. Mientras en el otro
extremo del océano Pacifico vaga el Nopperabo, una persona que viste ropas
sencillas y camina agazapado. Si alguien pasa a su lado y le saluda, el
Nopperabo levanta la cabeza y te muestra una cara sin ojos, nariz, ni boca.
Recibes el susto de tu vida.
-°-
Ahora
usted conoce a los espantos más populares que habitan en las tierras de las
geishas, el sushi y el anime. El miedo no tiene fronteras, por el contrario se
adapta a los colores y formas de cada cultura para reinventarse y escurrirse
con facilidad por la medula de la gente, de esta manera, se convierte sobre la
piel en maravilloso escalofrío.
Mano negra, la leyenda que asustó a los arequipeños hace veinte años
“La
he visto, detrás de la puerta del baño, una mano negra y fea como una enorme
araña…” confesó la niña con voz grave y la carita tan pálida como las hojas del
cuaderno que dejó abierto sobre la mesa. El profesor revisó de reojo el cajón
de su escritorio, los niños se miraron asustados y la pequeña sin más que decir
comenzó a llorar…
El
tiempo ha borrado la fantástica y tétrica historia de la cadavérica mano que
deambulaba por los baños de los colegios para asirse con fuerza sobrenatural a
la frágil garganta de niños y adolescentes. Sin registro en los diarios locales
sobre aquellos acontecimientos que alarmaron a los arequipeños, solo subsiste
en la memoria de los locutores radiales de entonces los inquietos comentarios
que se filtraron en las emisoras aquel año de 1993.
Entonces
yo no superaba el metro y medio de estatura y oía asombrado a mis racionales
padres conversar con mis tíos sobre las distintas, aterradoras pero nunca verificadas
apariciones de la maligna diestra. La leyenda se esparció entre la población en
forma de inofensivo rumor para asumir, posteriormente, el volumen del pánico.
Aquella
“cosa” armada con uñas y brío, fantaseaban los mistianos, paseaba entre las
tumbas de la principal necrópolis de la ciudad, una sombra fugaz sobre el
mármol y la hierba del cementerio La Apacheta o se escabullía entre la basura de
las torrenteras. La leyenda dela mano criminal que evocaba historias de amor,
muerte y venganza “simpatizó” con la
gente de nuestra región y la población prefirió las explicaciones de índole
fantástica a la hipótesis del rumor propiciado por el gobierno después del
polémico autogolpe de estado (1992) para desviar la atención de la opinión
pública.
Rumoreando sus orígenes
¿A
quién le pertenecía la maldita mano? Cundió la inquietud y el imaginario
popular respondió: Un grupo de desalmados ladrones vieron con codicia el
brillante del anillo que ostentaba una linda jovencita. Ella se resistió con rasguños
y gritos al asalto y los maleantes con
cuchillos, enfurecidos, le cortaron la mano. De la mujer mutilada no se supo
más pero la parte amputada habría cobrado vida para recuperar su sortija de
compromiso.
Los
profesores consentían que las alumnas fueran en grupo al baño porque no se
atrevían a ir solas. En los conclaves de estudiantes se procuraban más miedos:
En la noche se ven cuatro brillos que son las gemas de los cuatro anillos de un
brujo que murió en un accidente automovilístico donde un acero le rebano el
brazo y la fuerza del golpe desprendió la joya de su quinto anillo, la que
ahora busca sin importarle matar para conseguirlo.
Vino de España
Pero
la sanguinaria mano al igual que la leyenda de la fantasmal Mónica, nació en
España como parte del folclore ibérico y superó el océano atlántico para llegar
a nuestro continente y en su itinerario de terror, visitar la Ciudad Blanca. En
Segovia consideraban a la mano una entidad diabólica que jugaba con sus víctimas:
tocaba sorpresivamente el hombro del distraído para cuando se girara arrancarle
los ojos con sus largos dedos oscuros.
En
1884 apareció el cuento popular de “La Mano Negra” cuya publicación consagró la
leyenda andaluza sobre un anciano pobre, sus tres desgraciadas hijas y un
terrible ogro. El colosal habitante del bosque pide como esposa a la hija mayor, a cambio promete entregarle dinero al viejo y
él acepta el deshonroso trueque. La desposada, aterrada, se va a vivir con el
monstruo, quien le entrega una mano negra y le ordena comerla. En ausencia del
coloso la joven arroja la horrible extremidad a un pozo y al retornar el marido
ella le miente diciéndole haber cumplido la orden. ¿Dónde estás mano negra?
Pregunta él, desconfiado, y las siniestras falanges trepan las paredes del pozo
hasta llegar a la mesa. En castigo, por la desobediencia, el ogro asesina a su
consorte.
El
mismo destino alcanzará a la segunda hija mientras la más pequeña es obligada a
realizar la prueba. La muchacha ingeniosamente guarda la mano en un pañuelo, lo
ata a su cintura y lo cubre con sus ropas. ¿Dónde estás mano negra? Interroga
el astuto ogro y del interior de la niña viene una voz que responde: En la
barriga…
Tres manos
En
algunas localidades de Sudamérica y España se podía convocar a la asesina
pronunciando tres veces su nombre dentro del habitáculo de los servicios
higiénicos y el remate del conjuro era jalar la cadena del baño. En medio del
estrépito y la turbulencia del agua, del inodoro surgía presta la intrusa con
el único propósito de estrangular al imprudente.
Tres
diferentes palmas con sus arácnidos dedos, así la imaginaban en otros puntos de
la península a finales de los 70: una mano de muerto completamente negra, otra
bañada en sangre y una mano blanca. Únicamente la última era benevolente
mientras las otras compartían la urgencia de cerrar sus prolongaciones en el
cuello del infortunado que la llamara o tropezara con ella.
Manos nada amistosas
Su
pariente azteca es “La Mano Peluda” que se esconde en los agujeros de los muros
y rincones de las casas de México, asimismo aparecía en Colombia. Una diestra
cubierta de vellos de largas y filosas uñas que se asoman por las ventanas para
rasguñar el vidrio y atemorizar a los infantes.
En
Castilla, España, todavía persiste la costumbre de vadear con una distancia más
que prudente los charcos porque creen que en las aguas enfangadas se oculta una
enorme zarpa de uñas negras. La habitante de la humedad es una entidad femenina
y vengativa que se ocupa de los niños curiosos para arrastrarlos hasta su
morada. Si revisamos cada circunstancia, la protagonista de nuestros espantos
utiliza el agua como vehículo para trasladarse, siendo a la vez el hábitat
sobrenatural en el que subsiste. Para asegurar la credibilidad de las historias
y conseguir la vigencia de la leyenda fue necesaria su adecuación, así el pozo
del siglo XIX fue reemplazado por el asiento de porcelana del baño y las tres
manos de diferentes colores son la alegoría de las tres hermanas del folclore
andaluz.
Han
pasado más de veinte años y aquella grotesca pesadilla, visión o realidad que
asustó a Arequipa espera latente como toda leyenda y llegará el momento de su
reaparición. Alguien apuntará hacia un montículo de basura o a las piedras que
sostienen una cruz de palos y gritará: ¡La mano negra!
Carta
Aquí estamos bien,
Perro, geranios, platos, puertas,
fotografías, cuadernos y sombra
Todos estamos bien,
Mi almohada me siente más ligero
Mis libros extrañan tus manos a medianoche
Y yo te extraño, mano entre mis manos, mientras te escribo
Mientras te escribo te miro océano y relámpago verde
Aquí estamos muy bien conmigo y aquí
Te escucho guitarra, arpegio, corazón
En el postdata pienso enviarte
Sí se puede, en dos líneas, grande: BESOS
Aquí estamos bien pero te extrañamos
Todos, mis horas de insomnio, mi mano ruinosa,
Mi entresueño, mi voz plegaria, mis ojos ascuas
Te extrañamos y necesitamos
Apura tu hacer y deshacer
Regresa, te esperamos casi transparentes
Perro, geranios, platos, puertas,
fotografías, cuadernos y sombra
Todos estamos bien,
Mi almohada me siente más ligero
Mis libros extrañan tus manos a medianoche
Y yo te extraño, mano entre mis manos, mientras te escribo
Mientras te escribo te miro océano y relámpago verde
Aquí estamos muy bien conmigo y aquí
Te escucho guitarra, arpegio, corazón
En el postdata pienso enviarte
Sí se puede, en dos líneas, grande: BESOS
Aquí estamos bien pero te extrañamos
Todos, mis horas de insomnio, mi mano ruinosa,
Mi entresueño, mi voz plegaria, mis ojos ascuas
Te extrañamos y necesitamos
Apura tu hacer y deshacer
Regresa, te esperamos casi transparentes
Feliz cumpleaños
Este día común y festivo
Llevo el corazón desaliñado
La cena tiene algunos “te acuerdas”
Y provisión de “pronto” y “quizás”
Mi sonrisa que viene desamparada
Va metiéndose entre abrazos
Y poco a poco
Se reajusta mi boca
Y estoy menos conmigo
Proclamo, entonces, mi discurso
De melancolías y no me dejen solo
(Todavía)
Soplo por un deseo y me aconsejan
Pedir billetes incontables
O preciosas oficinas
Y yo pido un amanecer contigo
Después la ducha y traducir un sueño,
También quiero este viernes
Y los otros noviembres con ustedes
¡Feliz cumpleaños!
Y son al unísono
Mis ventanas obsequiosas
Mis puertas con traje
Que me traen camisas y bolígrafos
Y mis sillas incondicionales
Que cada año me obsequian esperanza
Y he juntado tanta, de cada cumpleaños feliz,
Esperanza que me pruebo
Y nunca me queda,
Pero muchas gracias
Llevo el corazón desaliñado
La cena tiene algunos “te acuerdas”
Y provisión de “pronto” y “quizás”
Mi sonrisa que viene desamparada
Va metiéndose entre abrazos
Y poco a poco
Se reajusta mi boca
Y estoy menos conmigo
Proclamo, entonces, mi discurso
De melancolías y no me dejen solo
(Todavía)
Soplo por un deseo y me aconsejan
Pedir billetes incontables
O preciosas oficinas
Y yo pido un amanecer contigo
Después la ducha y traducir un sueño,
También quiero este viernes
Y los otros noviembres con ustedes
¡Feliz cumpleaños!
Y son al unísono
Mis ventanas obsequiosas
Mis puertas con traje
Que me traen camisas y bolígrafos
Y mis sillas incondicionales
Que cada año me obsequian esperanza
Y he juntado tanta, de cada cumpleaños feliz,
Esperanza que me pruebo
Y nunca me queda,
Pero muchas gracias
Beso/ayer
Detrás de los papeles,
La televisión y las sillas
Me observa un beso
Sin carmín y sin alas,
No parece una rosa,
No exhala perfumes,
No transpira diamantes,
Solo es un beso
Y claramente es tuyo
Es tu saludo sonoro,
Es tu amor silente,
Es tu firma vacilante,
Es tu adiós sin pausa;
Y me ha tocado la piel
Como un espíritu.
Yo que no le había visto
Ahora le abrazo fuerte
Le distingo canción,
Que no desaparezca,
Que no se traspapele,
Aprieto la imagen y otra vez
Tiene migas de galleta,
¿A qué sabe? A lluvia,
¿Sí?
Limpia y matinal lluvia
Luego como rito,
Con cabellos y mejillas
Limpiábamos cualquier rastro
De Hojarasca y peces,
Desde allí preferías
A este canalla bueno
Que volvía a ti
Por la misma vereda,
Al parque para niños
Perros, ancianos y besos.
Hoy
Nadie prende sus farolas
Tú y yo no damos con él
Y no hago berrinches, solo
Guardo los papeles,
Apago La televisión,
Acomodo las sillas
Y beso tus huellas
Porque tu beso
No era música
Ni poema
Ni luz
Solo era
Nítidamente hermoso
La televisión y las sillas
Me observa un beso
Sin carmín y sin alas,
No parece una rosa,
No exhala perfumes,
No transpira diamantes,
Solo es un beso
Y claramente es tuyo
Es tu saludo sonoro,
Es tu amor silente,
Es tu firma vacilante,
Es tu adiós sin pausa;
Y me ha tocado la piel
Como un espíritu.
Yo que no le había visto
Ahora le abrazo fuerte
Le distingo canción,
Que no desaparezca,
Que no se traspapele,
Aprieto la imagen y otra vez
Tiene migas de galleta,
¿A qué sabe? A lluvia,
¿Sí?
Limpia y matinal lluvia
Luego como rito,
Con cabellos y mejillas
Limpiábamos cualquier rastro
De Hojarasca y peces,
Desde allí preferías
A este canalla bueno
Que volvía a ti
Por la misma vereda,
Al parque para niños
Perros, ancianos y besos.
Hoy
Nadie prende sus farolas
Tú y yo no damos con él
Y no hago berrinches, solo
Guardo los papeles,
Apago La televisión,
Acomodo las sillas
Y beso tus huellas
Porque tu beso
No era música
Ni poema
Ni luz
Solo era
Nítidamente hermoso
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