lunes, 5 de mayo de 2014

Otro sendero

Había bailado toda la mañana y brindado con todos sus compadres, ahora dormitaba sobre una piedra roja y en sus sueños una vaca blanquísima andaba lentamente por el agua, removía el barro y arrancaba los helechos dulces con su hocico humeante.
Se levantó como un dios que ha creado el mundo y está cansado y desconcertado, se acomodó las serpentinas multicolores y sacó de su chuspa varias hojas de coca, masticó y se repuso del letargo, entonces un ave de alas negras le sobrevoló graznando.
El viento infló su camisa celeste, se lavó las manos en la diáfana corriente que alimentaba las chacras de papa, sintió sus palmas adormecidas y no sabía que sendero seguir. Un camino lo llevaba a lado de su lánguida y quisquillosa mujer, el otro camino más largo y fragante lo llevaba a una trenza negra, a una joven que lo maldecía al verle pero luego lo bendecía con su vientre cálido.
Escogió el segundo destino y vacilante avanzó, en  la iglesia se persignó rápido, se arrimó en el muro del colegio y se enredó en una nebulosa tela de araña al orinar. Limpiándose las sedas del cabello escuchó el tañido largo de la campana, imposible a esa hora, le engañaría la imaginación.
Pronto estaría calentito, dentro de ella, calentito, se santiguó nuevamente frente al cementerio sin paredes. Algunas tumbas resquebrajadas filtraban una sustancia oleosa, se acordó de sus parientes que descansaban bajo esa tierra rojiza, su primogénito que nació finadito y de tanto pensar en los muertos al rato escuchó o creyó oír a una guagua que lloraba.
Machacaba las hojitas, escupía espuma verde y la tarde se iba diluyendo, pero habría una luna rotunda en el cielo dentro de algunos minutos, el viento entraba en la totora y se volvía lamento, caminaba sin reparar en esos parajes pajizos, pintados de tristeza y de entre las rocas saltaba el balido incesante del rebaño y luego el viento ululaba otra vez.
Se oscureció y él estaba en la cima del cerro, sitio de condenados, silbaba para ahuyentar a las viejas historias del abuelo y sin mirar hacia atrás descendió temeroso, “pienso sonseras” se decía cuando una piedrita cayó sobre el ala de su sombrero como si alguien desde atrás quisiera llamar su atención, le vino el sudor frío pero no se detuvo.
Vio la lucecita distante de la casa a la que se dirigía, siguió el humo que salía del techo de la cocina y saboreó el mate caliente de manzanilla, la papa con queso o un caldo de fiesta con carne de animal recién matado. La luna prodigaba una buena luz para el caminante, llegó al puente y lo atravesó sin prever que un soplo le robaría el sombrero y lo echaría a la bulliciosa corriente del rio.
Pisó los brotes de cebada y estos se quebraban como cascaras de huevo, un perro aulló lo cual  le hizo apurar el paso, se detuvo en la entrada y limpió sus zapatos, se abotonó el último botón de la camisa, se acomodó las tiras de serpentina, se refregó la cara con el agua estancada y se alisó los cabellos. Ya no estaba borracho, pero aún tenía ganas de mujer.
Subió los escalones de piedra y en el patio la llamó, nadie le contestó, se tornó la puerta de la única habitación donde muchas noches durmieron juntos o se desvelaron juntos; pero no apareció ella sino un hombre.
-Tu eres el pendejo –escupió rabia el marido.
-Hermano ¿De qué hablas? – volvió de la capital, pensó y quiso apaciguarlo invitándole un puñado de su coca.
No escuchó las explicaciones, le hirió con una hoz de hoja oxidada, le abrió y desangró como a un carnero,  resoplando y contra la puerta de la otra vida, sintió el calor del fuego de la cocina, el aroma de un caldo, el enloquecido le enseñó algo que sacó de la olla de barro, jaló de una trenza y apareció la cabeza de una mujer.
El esposo cocinaba, echaba papas trozadas y arroz a la olla, él se moría en el estiércol petrificado. En ese éxtasis de la venganza alguien golpeó tres veces la puerta, el marido salió, revisó el campo y volvió a su labor, el moribundo comprendió tarde los avisos, muy tarde, se reprochaba su mala decisión llorando y la cuchara se metió en su boca.

-¿Qué tal esta hermanito? hoy nos las comemos los dos- y en verdad la saborearon juntos hasta saciarse de muerte.

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